Con el fin de semana a la vuelta
de la esquina y tras visionar el testimonio de uno de los supervivientes del
accidente del vuelo de US Airways que se precipitó al río Hudson en 2009, Ana
nos propone meternos en la piel de un pasajero de un avión a punto de
estrellarse. ¿Te parece sórdido, macabro o truculento? Entonces es que no estás
preparado para ser un lanzadero. Se trata de asumir una situación límite en la
que, ante una muerte inminente, nuestros últimos pensamientos fluyan hacia lo
que consideramos verdaderamente importante. Esa famosa y cinematográfica frase
de “vi pasar toda mi vida ante mis ojos”, vaya.
https://youtu.be/4QGUNAKU7uM
https://youtu.be/4QGUNAKU7uM
Casi todos los que han pasado por
esa situación y han sobrevivido para contarlo aseguran que, en esos momentos,
te das cuenta de la cantidad de tiempo y energías desperdiciados en asuntos
baladíes. Las peleas con personas que amas, aparcar tus sueños por pereza, la
incapacidad de disfrutar de las cosas sencillas, decir a alguien que le quieres
o haber sido mejor persona son algunos de los puntos en común que aparecen
cuando se habla de esto en voz alta. Nuestra primera tarea: poner esos
pensamientos en negro sobre blanco, reflexionar sobre ellos y escribirlos en
una lista para intentar poner en marcha aquellos proyectos o acciones que
llevamos posponiendo durante años. Qué hacer, cómo hacerlo y cuando hacerlo.
No será lo único que escribamos.
Después de unos minutos para escarbar en nuestras emociones redactamos una
carta acerca de la situación emocional en la que nos encontramos. La percepción
de nosotros mismos que tenemos en la actualidad, cómo nos veremos al final de
la Lanzadera o qué podemos encontrar en ella. Pensamientos profundos que
encerramos en un sobre y que abriremos el último día, quién sabe si como
personas nuevas, mejor formadas y con un trabajo a la vista.
Más tarde, volvemos al documento
que guiará nuestro comportamiento en este camino de perfección. El grueso de la
jornada se dedica a acordar modificaciones en el reglamento. La tarea es árida,
hay que dotarlo de humanidad, van saliendo muchos casos que analizar, algunos
hipotéticos, otros no tanto. Tendremos cursos, entrevistas de trabajo,
problemas personales, familiares, de salud, anímicos y alguna vez no podremos
acudir a nuestra cita con el equipo. Hay que dejarlo todo bien claro, porque
sabemos que las faltas de asistencia son el talón de Aquiles de nuestra fuerza
como grupo. La grieta por donde se cuela el veneno de la desconfianza, la
brecha por la que el desengaño deposita su ponzoña. Así que no está de más
dedicarle todo el tiempo que sea necesario y aún más si se pudiera.
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