Diez de la mañana. Los que
pasamos la selección nos sentamos en un gran semicírculo de sillas. Tras la
habitual ronda de saludos abstractos, miradas llenas de disimulada curiosidad y
muchas y variadas muestras de vergüenzas y timideces, la jornada comienza con
la presentación del personal del CADE involucrado en este proyecto y de Ana,
nuestra coordinadora. Seguidamente, y tras una denodada lucha contra los
elementos tecnológicos y cibernéticos, tuvimos la ocasión de ver algunos
testimonios de varios participantes en ediciones anteriores del programa
Lanzadera. Después de que Ana nos diera unas pocas pistas para que sepamos a
qué atenernos y, sobre todo, para dejar bien claro lo que no es una lanzadera de
empleo, los componentes del grupo nos fuimos presentando: nombres, edades,
formación, alguna nota biográfica interesante, situación personal, familiar y
sentimental… Todo muy escueto, pero bastante emocionante. Parece que va a ser
cierto que durante estos cinco meses las emociones van a ser un ingente
material de trabajo y, por lo visto y escuchado en ese primer día, de una gran
calidad. Nos fuimos a casa con muchas incógnitas, pero también con mucha
ilusión por poder formar parte algo nuevo y excitante.
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