Se acaban las presentaciones y
comienzan las negociaciones. Tras exponer opciones, preferencias y opiniones
sobre los días y las horas que preferimos, se llega a un consenso sobre el
horario. Asistiremos al CADE los martes, miércoles y jueves de 9:30 a 13:00
horas. Unos quedan más satisfechos que otros, pero flota la sensación de que
nada sale gratis. Todo lo que hagamos aquí requerirá compromisos y renuncias
personales, pero es lo que todos tenemos que asumir para el éxito de la
convivencia en grupo.
También se negocia un documento
con rango de reglamento interno que tendrá que establecerse en los próximos
días. En él se plasmarán unas reglas básicas de comportamiento y compromiso
para el buen funcionamiento de la tripulación de la Lanzadera. Parece que el
mayor escollo se encuentra en las procelosas aguas de las faltas de asistencia
y lo relativo a su número máximo, su justificación y sus consecuencias. Todos
somos maduros y estamos en este proyecto de manera voluntaria y libre, sin
reservas de pensamiento e intención, así que todo parece indicar que llegaremos
a buen puerto. Además, a lo largo de la mañana y tras descomunales muestras de
hambre, sed y ansia de fumeque se acordó respetar un cuarto de hora a mitad de
la jornada para saciar estas necesidades, que no por terrenales y cotidianas fueran
menos imperiosas.
Después de recibir algunas tareas
para casa, en forma de cuestionarios y DAFO que nos ayudarán en las sesiones
personales de coaching que tendremos más adelante con Ana, nos dividimos en
grupos de cuatro o cinco personas. En ellos, discutimos civilizadamente sobre
la elaboración de un listado de valores e ideas-fuerza que definan en qué
consiste el proyecto y qué necesitamos aportar para su buen funcionamiento.
Resonaron con fuerza términos como creatividad, entusiasmo, responsabilidad,
cooperación y conceptos como el de mente abierta y trabajo en equipo. Pusimos
en común los acuerdos alcanzados en los grupos, se escribieron los valores
decididos en la pizarra y se adoptaron como fundamentos de este proyecto.
Finalizado esto, cada mochuelo marchó a su olivo.
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