miércoles, 9 de marzo de 2016

Los horarios.


Se acaban las presentaciones y comienzan las negociaciones. Tras exponer opciones, preferencias y opiniones sobre los días y las horas que preferimos, se llega a un consenso sobre el horario. Asistiremos al CADE los martes, miércoles y jueves de 9:30 a 13:00 horas. Unos quedan más satisfechos que otros, pero flota la sensación de que nada sale gratis. Todo lo que hagamos aquí requerirá compromisos y renuncias personales, pero es lo que todos tenemos que asumir para el éxito de la convivencia en grupo.

También se negocia un documento con rango de reglamento interno que tendrá que establecerse en los próximos días. En él se plasmarán unas reglas básicas de comportamiento y compromiso para el buen funcionamiento de la tripulación de la Lanzadera. Parece que el mayor escollo se encuentra en las procelosas aguas de las faltas de asistencia y lo relativo a su número máximo, su justificación y sus consecuencias. Todos somos maduros y estamos en este proyecto de manera voluntaria y libre, sin reservas de pensamiento e intención, así que todo parece indicar que llegaremos a buen puerto. Además, a lo largo de la mañana y tras descomunales muestras de hambre, sed y ansia de fumeque se acordó respetar un cuarto de hora a mitad de la jornada para saciar estas necesidades, que no por terrenales y cotidianas fueran menos imperiosas.


Después de recibir algunas tareas para casa, en forma de cuestionarios y DAFO que nos ayudarán en las sesiones personales de coaching que tendremos más adelante con Ana, nos dividimos en grupos de cuatro o cinco personas. En ellos, discutimos civilizadamente sobre la elaboración de un listado de valores e ideas-fuerza que definan en qué consiste el proyecto y qué necesitamos aportar para su buen funcionamiento. Resonaron con fuerza términos como creatividad, entusiasmo, responsabilidad, cooperación y conceptos como el de mente abierta y trabajo en equipo. Pusimos en común los acuerdos alcanzados en los grupos, se escribieron los valores decididos en la pizarra y se adoptaron como fundamentos de este proyecto. Finalizado esto, cada mochuelo marchó a su olivo.

 

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