Taller de Creatividad a cargo de
Susana Muñoz. Promete desde el principio, a pesar de las caras de extrañeza que
le vamos regalando durante los primeros minutos. Comienza explicando que todos podemos ser creativos aunque no queramos, no sepamos o no nos lo
propongamos. Porque sí, amigos y amigas, la creatividad reside en una parte del
cerebro y, hasta donde este humilde servidor sabe, cerebro tenemos todos.
Aunque no lo usemos a fondo o lo utilicemos para cometer maldades o,
simplemente, no le prestemos demasiada atención, en el hemisferio derecho de
nuestra masa gris residen las emociones, la empatía, los sentimientos y las
habilidades artísticas y musicales entre otras asombrosas capacidades del ser
humano.
El taller arranca calentando ese
lado del cerebro que, desgraciadamente, permanece tantas veces inactivo. El símil muscular queda
bastante claro: para fomentar la creatividad hay que ejercitar el cerebro de
manera adecuada, con un calentamiento previo, con paciencia y mucha atención.
Lo mismo que el corredor que calienta los músculos antes que nada y, después,
entrena de manera progresiva para poder asumir con garantías su reto. Poco a
poco.
Susana nos explica que para
desarrollar la creatividad nos tenemos que deshacer de las limitaciones y las
reglas que nos han inculcado desde pequeños y que tienden claramente a
favorecer el hemisferio izquierdo del cerebro, donde reside lo que se refiere
al habla, la escritura, la lógica y las matemáticas. Así, que fuera los miedos,
las preocupaciones por el qué dirán, las sensaciones de ridículo, la falsa
modestia y las vergüenzas. Es impresionante ver que, en cuanto le hacemos caso,
se desata en el aula un torbellino de actividad, de curiosidad, de sorpresa y
de armonía que dejan de piedra al más reacio.
Después del estiramiento
músculo-cerebral, que comprende varios ejercicios o juegos que animarían de lo
lindo cualquier sobremesa entre amigos, y que consiguen atraer hacia el lado
creativo de la vida hasta a los más reacios, llega el plato fuerte del taller.
Susana nos presenta el speed thinking.
Esta dinámica consiste en proponer un tema, una cuestión o un problema sobre el
que hay que aportar nueve ideas que ayuden a construirlo, radiografiarlo o, que
contribuyan a solucionarlo en caso de que lo necesite. O sea, pensar a toda
pastilla, en menos de dos minutos, ideas relativas a un tema general que nos
ayude a comprenderlo mejor, a resolver situaciones difíciles, a crear nueve
posibilidades que no se nos habrían ocurrido manejando términos convencionales
de reflexión.
A esa velocidad, Susana extrae de
nosotros nueve ideas para planear un fenomenal fin de semana, nueve maneras de hacernos
reír o nueve mejoras que aplicar a nuestro Currículum Vitae. Y aún más,
intentamos mejorar nuestras respuestas en menos tiempo todavía aplicando el
mismo sistema sobre una de nuestras respuestas. ¡Doble caldo concentrado de
creatividad! Mediante esta técnica trabajamos y practicamos nuestra creatividad
durante un rato, después del cual nadie en la lanzadera podrá decir nunca que
no es creativo.
Y por si quedaba alguna duda de
esto último, la última dinámica se encargó de destruirla. Un lanzadero sale al
centro y tiene que improvisar una historia basada en las diecinueve palabras
que el resto de compañeros le sugerimos, desde “jamón” hasta “xilófono”. ¿Delirante?
Todos los que lo intentaron salieron más que airosos del envite. La razón va
más allá de sus cualidades innatas como cuentacuentos: llevaban horas
practicando su creatividad, ejercitando el hemisferio derecho del cerebro, el
músculo estaba caliente; on fire, que
dicen los americanos. Y así, durante unos pocos minutos, todo el mundo parecía
capaz de crear cualquier cosa que se propusiera; y con esa sensación de
victoria nos marchamos del CADE.
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